María Telo Núñez (en el centro), colocando en Cantalpino, Salamanca, un cartel feminista, con sus amigas Goya y Pilar Alonso, hacia 1936. Cortesía de Tatiana Sentamans.
La sexualidad de las mujeres entre 1930 y 1980 es el tema que guía esta exposición. A través de los objetos y documentos que estuvieron cerca de la vida de las personas, se marca un recorrido temático y no lineal entre lo íntimo y lo público, lo popular y las élites, lo anónimo y los personajes con nombre y apellidos. Un mosaico inacabado con unas protagonistas: las mujeres puestas bajo sospecha durante la dictadura franquista, que a pesar de estar duramente reprimidas o aburridamente conformadas, en ocasiones encontraron espacios en los que expresarse con voz propia.
En la dictadura franquista se exigió a las mujeres un exceso de virtud, encarnar un modelo de decencia y castidad que «limpiara» la «degradación moral» republicana. Durante este periodo se alcanzaron aspiraciones de emancipación fundamentales: el acceso a la educación, al trabajo, al voto o al divorcio. Las mujeres empezaron a destilar modernidad.
Catalogadas como individuas de dudosa moral, su acceso a la ciudadanía fue castigado ejemplarmente durante la dictadura a través de cárcel, violencia, exilio, silencio o uniformidad.
Monjas y falangistas de la Sección Femenina trataron de domesticar a las mujeres para ajustarlas al modelo de madres y esposas sacrificadas. Sus armas, el nacionalcatolicismo y la férrea disciplina impuesta en los cuerpos. La publicidad, la moda o el espectáculo se encaminaron a la construcción de mujeres decentes.
No siempre se consiguió y por los intersticios de una cultura pretendidamente monolítica surgieron ideas imprevistas y reinterpretaciones imaginativas: algunas disidentes sexuales crearon espacios de libertad.
Al final de la dictadura y con la transición democrática emergieron corrientes feministas y de libertad sexual. Política y sexo se empezaban a manifestar públicamente a través de las voces de las mujeres.